Los kurdos no tienen más amigos que las montañas – proverbio kurdo
Newroz
Hace muchos miles de años, en las fértiles tierras mesopotámicas situadas entre los ríos Tigris y Éufrates en las faldas de los altos montes Zagros y Tauro, vivían en cientos de aldeas regadas por toda la región un gran número de campesinos y ganaderos. Estos cultivaban el mismo suelo donde surgió la agricultura hace unos 10 000 años, y entre las montañas, paseaban a su ganado en busca de mejores pastos. En lo alto de uno de los picos de los montes Zagros se situaba un castillo, en donde vivía el tirano Dehaq. Dehaq era un rey-serpiente maldecido por el demonio Ehrîman. Dicho espíritu maligno hizo que crecieran de los hombros de Dehaq dos enormes serpientes negras, cada vez que éstas tuvieran hambre el rey-serpiente experimentaría un intenso dolor. Las serpientes debían ser alimentadas con cerebros de jóvenes niños y niñas de las aldeas aledañas al castillo, por lo que durante todo su reinado dos víctimas eran ejecutadas día con día para saciar su hambre. Así transcurrió el tiempo, algunos dicen que el reino de terror de Dehaq duró mil años durante el cual el sol se negó a salir y, por consiguiente, las fértiles tierras mesopotámicas dejaron de serlo. El paisaje se tornó frío y oscuro, y la otrora próspera población mesopotámica que vivía en armonía con los suelos, las plantas, los animales, los ríos y las montañas de la región cayó en desgracia.
Kawa – un herrero de una de las aldeas situadas bajo el castillo – y su esposa sufrieron en carne propia la sangrienta tiranía de Dehaq, a tal punto que seis de sus siete hijos fueron devorados por el rey-serpiente. Un día llegó la orden desde el castillo que la última hija de la pareja de aldeanos debía ser sacrificada, Kawa debía llevar al tirano el cerebro de su hija al día siguiente. Sin embargo el herrero se negó a hacerlo. En lugar de entregar el cerebro de su hija, sacrificó una oveja cuyo cerebro fue devorado indistintamente por una de las serpientes. Mientras tanto escondió a su hija en algún punto de los montes Zagros. La proeza de Kawa poco a poco fue conocida, primero por los habitantes de su aldea y después por todos los demás, por lo que todos los padres de Mesopotamia llevaron a cabo el mismo procedimiento sin que Dehaq ni sus serpientes se enteraran. Pronto los montes Zagros estaban poblados de una multitud de niños que vivían en libertad entre los picos de las montañas. Con el objetivo de regresar a su tierra natal y salvar a su gente del tirano, Kawa entrenó a todos los infantes y formó un verdadero ejército de niños hambriento de libertad. Cuando llegó el día apropiado dicho ejército marchó a través de las aldeas, donde fueron recibidos como héroes, en dirección al castillo para asesinar al rey-serpiente. En caso de lograrlo Kawa encendería una enorme fogata en señal de victoria. Entre más se acercaban al castillo más hombres y mujeres abandonaban sus labores en el campo para unírseles. Finalmente penetraron en el castillo, Kawa con su martillo mató a las dos serpientes y decapitó a Dehaq. El herrero subió a lo más alto de la montaña y encendió la enorme fogata, a su vez las aldeas aledañas prendieron sus propias fogatas, y así sucesivamente hasta que en toda Mesopotamia se hizo la luz en medio de la oscuridad; eran libres de nuevo. Al día siguiente, 21 de marzo (equinoccio de primavera), el sol calentó de nuevo los dominios del Tigris y del Éufrates, las flores volvieron a brotar, las águilas volvieron a volar, y los hombres y mujeres volvieron a danzar y a cantar.
A este acontecimiento se le conoce como Newroz (Nuevo Día), y es una fiesta que se celebra desde la costa del Mediterráneo hasta las montañas del centro de Asia por diversos grupos étnicos. Uno de ellos son los kurdos, quienes afirman que son los descendientes directos de Kawa.
Estamos en İstanbul, es el 28 de diciembre de 2014, se conmemora el tercer aniversario de la masacre de Roboski. A lo largo de toda la ciudad se observan diferentes muestras de apoyo que recuerdan el asesinato de 34 aldeanos kurdos a manos de la fuerza aérea turca en la frontera con Siria. Desde temprano en la peatonal İstikal, cerca de plaza Taksim, hay un mitin que recuerda los acontecimientos, a lado, en Gezi Parkı se lee en una de sus paredes Roboski unutma (Roboski no se olvida), y más tarde, en Kadıköy sale una marcha con antorchas que enumera cada una de las grandes masacres llevadas a cabo por el Estado turco contra la población kurda desde su fundación liderada por Mustafa Kemal Atatürk a principios del siglo XX. Y es que hay que saber que en Turquía durante muchos años ser kurdo – o tener algo que ver con uno de ellos – era un delito castigado con firmeza por la ley. La famosa fotografía de la enfermera Yıldız Alpdoğan de 21 años, frente a un tribunal militar en Amed (Diyarbakır) que la condenó a 12 años y medio en prisión por apoyar a la guerrilla kurda es un gran ejemplo de ello.
Continuará
Kawa – un herrero de una de las aldeas situadas bajo el castillo – y su esposa sufrieron en carne propia la sangrienta tiranía de Dehaq, a tal punto que seis de sus siete hijos fueron devorados por el rey-serpiente. Un día llegó la orden desde el castillo que la última hija de la pareja de aldeanos debía ser sacrificada, Kawa debía llevar al tirano el cerebro de su hija al día siguiente. Sin embargo el herrero se negó a hacerlo. En lugar de entregar el cerebro de su hija, sacrificó una oveja cuyo cerebro fue devorado indistintamente por una de las serpientes. Mientras tanto escondió a su hija en algún punto de los montes Zagros. La proeza de Kawa poco a poco fue conocida, primero por los habitantes de su aldea y después por todos los demás, por lo que todos los padres de Mesopotamia llevaron a cabo el mismo procedimiento sin que Dehaq ni sus serpientes se enteraran. Pronto los montes Zagros estaban poblados de una multitud de niños que vivían en libertad entre los picos de las montañas. Con el objetivo de regresar a su tierra natal y salvar a su gente del tirano, Kawa entrenó a todos los infantes y formó un verdadero ejército de niños hambriento de libertad. Cuando llegó el día apropiado dicho ejército marchó a través de las aldeas, donde fueron recibidos como héroes, en dirección al castillo para asesinar al rey-serpiente. En caso de lograrlo Kawa encendería una enorme fogata en señal de victoria. Entre más se acercaban al castillo más hombres y mujeres abandonaban sus labores en el campo para unírseles. Finalmente penetraron en el castillo, Kawa con su martillo mató a las dos serpientes y decapitó a Dehaq. El herrero subió a lo más alto de la montaña y encendió la enorme fogata, a su vez las aldeas aledañas prendieron sus propias fogatas, y así sucesivamente hasta que en toda Mesopotamia se hizo la luz en medio de la oscuridad; eran libres de nuevo. Al día siguiente, 21 de marzo (equinoccio de primavera), el sol calentó de nuevo los dominios del Tigris y del Éufrates, las flores volvieron a brotar, las águilas volvieron a volar, y los hombres y mujeres volvieron a danzar y a cantar.
A este acontecimiento se le conoce como Newroz (Nuevo Día), y es una fiesta que se celebra desde la costa del Mediterráneo hasta las montañas del centro de Asia por diversos grupos étnicos. Uno de ellos son los kurdos, quienes afirman que son los descendientes directos de Kawa.
Estamos en İstanbul, es el 28 de diciembre de 2014, se conmemora el tercer aniversario de la masacre de Roboski. A lo largo de toda la ciudad se observan diferentes muestras de apoyo que recuerdan el asesinato de 34 aldeanos kurdos a manos de la fuerza aérea turca en la frontera con Siria. Desde temprano en la peatonal İstikal, cerca de plaza Taksim, hay un mitin que recuerda los acontecimientos, a lado, en Gezi Parkı se lee en una de sus paredes Roboski unutma (Roboski no se olvida), y más tarde, en Kadıköy sale una marcha con antorchas que enumera cada una de las grandes masacres llevadas a cabo por el Estado turco contra la población kurda desde su fundación liderada por Mustafa Kemal Atatürk a principios del siglo XX. Y es que hay que saber que en Turquía durante muchos años ser kurdo – o tener algo que ver con uno de ellos – era un delito castigado con firmeza por la ley. La famosa fotografía de la enfermera Yıldız Alpdoğan de 21 años, frente a un tribunal militar en Amed (Diyarbakır) que la condenó a 12 años y medio en prisión por apoyar a la guerrilla kurda es un gran ejemplo de ello.
Continuará